Juan, era un joven muy adinerado, que vivía en su gran casa con su familia. Jamás le faltaba algo material.
Conoció, cierto día, a un joven humilde y trabajador, Roberto, a quien no le faltaban los afectos, al contrario de Juan, que era egoísta, envidioso y burlón.
Una noche, Juan lo invitó a su amigo a una gran fiesta, con toda gente adinerada igual que él. También asistió Roberto; más cuando hubo llegado, todos comenzaron a murmurar y a criticarlo.
Roberto, muy herido por esa circunstancia, decide marcharse y horas más tarde pierde la vida, por una fatalidad.
Juan toma conocimiento de ello, pero no le da importancia.
Fue así que los años pasaron y una noche, luego de beber unas copas de más, llega Juan a su casa y corre a mirarse al espejo cuando siente una extraña sensación: su nariz acababa de desprenderse. Lentamente fue tomando cuerpo y se terminó convirtiendo en Roberto, el desgraciado muchacho aquel que había sido rápidamente relegado al olvido por parte de Juan, quien sorprendido primero y horrorizado después, le ruega al aparecido que lo deje en paz. Roberto exige entonces, una condición: que se le pida perdón.
- Yo no me humillo ante nadie- fue la respuesta de Juan.
- Si así lo quieres, nunca vivirás en paz- amenazó Roberto.
Finalmente, nuestro protagonista se sintió intimidado por las palabras del hombre que tomó forma a partir de su propia nariz, y se disculpó sentidamente. El hechizo desapareció al punto y la nariz volvió a tomar su forma habitual.
Juan vivió hasta llegar a viejo y nunca pudo discernir si lo ocurrido esa noche había sido real o no, por las dudas, decidió cambiar su actitud frente a los otros.
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