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martes, 6 de septiembre de 2011

El sueño hecho realidad

Dos jóvenes muy amigas, que compartían todo: sus secretos, sus cosas, sus pensamientos y todo lo que puedan imaginarse, asistían a una escuela llamada “Albiamos José”. Ellas, por supuesto, se sentaban juntas y compartían sus tareas.
Había un grupo de chicas, muy amigas entre ellas, que no las querían (Elena y María). Siempre que las veían pasar, murmuraban entre ellas –“qué agrandadas, por Dios, son insoportables”-, y otros comentarios más.
Una noche, Elena invitó a María a su hermosa casa y se quedaron conversando hasta muy tarde. De pronto, una idea les iluminó el rostro
María: - ¡Cómo me gustaría encontrarme una bola de cristal para pedirle un deseo.
Elena: - ¿Y cuál sería tu deseo?
María: - Hacerle muchas cosas a Teresa y a sus amigas.- Teresa era una de las chicas que integraba el otro grupo.
Elena: - Nooo!!! Yo si me la encotrase le pediría tres deseos: el primero que Teresa se quedara pelada; el segundo, que Teresa se cayera a una pileta llena de agua sucia y el tercero no sé… lo tengo que pensar…
Entre charlas y charlas, se hizo muy tarde.
Elena: - Uy! María, mirá la hora que es! Vamonos a dormir, que faltaría que mañana tropecemos con la bola de cristal y no la veamos por no haber dormido lo suficiente!
María: - Faltaría eso nomás!...
Esa noche, María soñó con Teresa, y que se encontraba la bola de cristal y todos los deseos que tenía hacia Teresa se cumplían en la persona de su amiga Elena.
Cuando llegaron a la escuela, ambas miraron hacia el sitio de Teresa, que no estaba allí. Elena pidió permiso para ir al baño. Pasaron dos horas y no regresaba, por lo todos se preocuparon y solicitaron permiso para ir a buscarla.
Cuando llegaron al baño no podían creer lo que veían: allí estaba Elena, muerta, toda pelada y mojada. ..
María se dio cuenta de que había ocurrido justamente lo que ella había soñado. Miró al espejo, sin entender nada. Allí había un cartel que decía:
                             Cuidado con la bola de crista
                                         Teresa, la hechicera.

       Y ahí comprendió María el funesto acontecimiento al que Teresa la había guiado.






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